De sobra es conocida la facilidad con la que algunas personas abandonan a su suerte animales en la calle, el campo, parques…etc, en lugar de llevarlos a una protectora o centro de recogida. No hablemos ya de que se molesten en buscarles un hogar para que no tengan que pasar por el trance de un refugio.
En el caso de conejos y roedores además existe la creencia (comodísima para la conciencia) de que en el campo, en libertad, estos animales no solo no morirán, sino que serán más felices que en una jaula. Este argumento carece de sentido común y sería lo mismo que pensar que un urbanita redomado, abandonado a su suerte en la selva amazónica, no solo sobreviviría, sino que sería el más feliz del mundo. Por supuesto puede ocurrir, nada es imposible, pero desde luego es del todo improbable. Los conejos o roedores criados en cautividad morirán irremediablemente y, lo peor, sufrirán lo indecible buscando su pienso y su bebedero, o víctimas de depredadores, parásitos o enfermedades.
Un panorama desolador.
Ahora imaginemos que alguien, después de leer lo expuesto anteriormente, decide hacer un esfuerzo para buscar un sitio en donde dejar a su animalito, que no quiere o no puede cuidar. Pues bien, relatamos a continuación el panorama que se encontraría.
Es muy complicado encontrar un particular responsable y dispuesto a darle al animal todo lo que sus necesidades físicas y psicológicas exigen. Sin embargo, es muy fácil que este tipo de animales, anunciados de maneras varias, caigan en manos de dueños de serpientes que buscan comida viva gratis, aprovechando que los dueños de conejos y roedores no hará muchas preguntas a quien les quiera quitar “el marrón” de encima.
Por otro lado las pocas protectoras que recogen estas especies animales carecen de refugio y subvenciones, es muy difícil que puedan satisfacer la “demanda de abandonos” que estos animales generan que, no lo olvidemos, es muy alta aunque no tenga tanta repercusión mediática como en el caso de perros y gatos.
Entonces nuestro bienintencionado ciudadano decide acudir a las instituciones oficiales. Aquí la situación es todavía más indignante. La mayoría de los centros municipales no recogen este tipo de animales, solo perros o gatos. En caso de recogerlos, la cita para entregarlos puede demorarse meses. Por no hablar de que en estos centros suelen carecer de instalaciones adecuadas y personal cualificado para tratar a estos animales, que muchas veces llegan en estado lamentable. Nisiquiera conocen en muchas ocasiones los cuidados más básicos que requieren. En algunas Comunidades Autónomas existen centros de recogida de fauna autóctona o exótica. Pero los conejos y roedores domésticos tampoco entran dentro de esta categoría. Por tanto, un animal al que su dueño no (seamos bien pensados) puede atender adecuadamente o que aparece en la vía pública, se queda en una especie de limbo legal que no ha previsto un lugar oficial en el que pueda ser recogido.
Estos animales suelen acabar mal, a no ser que tengan mucha suerte y alguna protectora pueda hacer un sobreesfuerzo y recogerlo. Una persona que haya perdido un conejo, por ejemplo, puede encontrarse, después de buscarlo desesperadamente, con que el animal ha muerto en casa de un policía municipal, que ilegal o alegalmente se lo llevó a su domicilio y lo tuvo en condiciones totalmente inadecuadas.
Sí, hablamos de casos reales, hablamos de mucho dolor, casi siempre por parte del animal y en ocasiones de sus dueños. Hablamos de animales baratos de comprar y que se regalan normalmente como capricho a niños que, como todo el mundo sabe, a los dos días quieren otro juguete. Hablamos de miles, cientos de miles de seres vivos con capacidad de sentir dolor o alegría. De muertes crueles y sufrimiento innecesario.
Hablamos de tanto que no cabe aquí.
Pero esta sociedad, y por tanto sus instituciones, todavía no han hecho un hueco en sus conciencias y presupuestos para unos animales que, en muchos países, ya están reconocidos como un problema de abandono igual o mayor que el de perros o gatos. Estos pequeños mamíferos son los más ignorados, maltratados y abandonados. Pero curiosamente, incluso entre muchos supuestos amantes de los animales, existe una indiferencia total cuando a estos animales se refiere.
Son, por tanto, los parias entre los parias.
Víctimas silenciosas y silenciadas del egoísmo humano.
¿Hasta cuándo?
Eva Blasco